Nº Col. G-6553

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Infantojuvenil

Grafismo con tres estrellas diseñado por Lara Seoane Psicología.

¿Cuándo necesita un niño, niña o adolescente ir al psicólogo?

Ser padre/madre es un aprendizaje, al igual que lo es el ser hijo/a. Es completamente normal encontrarnos con que no sabemos cómo actuar ante algunas situaciones a las que nos enfrentamos con nuestros hijos/as, al igual que es normal que ellos/as se encuentren perdidos o sin las herramientas suficientes para afrontar las inclemencias de sus vidas en desarrollo.

Muchas veces no sabemos qué les pasa, pero sabemos que les pasa algo. Podemos notarlo porque su comportamiento ha cambiado, se muestran distintos, más tristes o retraídos, más rebeldes, etc. El malestar psicológico en los niños se expresa de distintas formas y lleva consigo un problema en su vida cotidiana.

Hay que buscar ayuda cuando exista la preocupación sobre si lo que le está pasando a tu hijo es normal o no. Cuando no sabes si se trata de una fase de su desarrollo o por el contrario hay algo que está interfiriendo.

En la vida suceden muchas cosas que pueden alterar la salud mental de los jóvenes sin tener que sufrir por ello una patología determinada o un problema grave. En estos casos el profesional de la psicología sirve para asesorar y ayudar a resolver las dificultades que puedan presentar los niños/as o adolescentes en su día a día.

También se debe destacar la importancia de detectar y abordar de forma temprana los problemas psicológicos que puedan aparecer en los jóvenes. Ya que abordarlos de forma temprana tendrá un efecto positivo directo en su futuro.

A continuación veremos algunas de las señales que pueden alertarnos y que podemos clasificar en 3 categorías:

  • Problemas físicos, somáticos, internos: Estos problemas se manifiestan en el plano interno y los podemos detectar cuando se quejan de malestar físico, ansiedad, tristeza, etc.:
    • Quejas somáticas.
    • Pesadillas frecuentes o terrores nocturnos.
    • Problemas para conciliar el sueño.
    • Se queja de dolores estomacales, dolores de cabeza u otros síntomas físicos de manera muy frecuente.
    • Desánimo la mayor parte del tiempo.
    • Irritabilidad frecuente.

 

  • Problemas de conducta, sociales, externos: Algunos de los signos de alerta son conductas agresivas o delictivas, así como problemas de socialización o el establecimiento de relaciones disfuncionales con los otros (que se manifiesten más retraídos, sus relaciones se vuelvan restringidas en cantidad o en calidad, sus interacciones sociales sean agresivas, hipersexualizadas, etc.):
    • Problemas en el colegio/instituto.
    • Pocas habilidades sociales.
    • Rabietas.
    • Desobediencia.
    • Malas notas sin problemas en las funciones cognitivas.
    • Conductas inapropiadas.
    • Comportamientos extraños.
    • Miedo intenso.
    • Miedos y fobias.
    • Agresividad excesiva.
    • Comportamiento regresivo (realización de conductas de edades anteriores).
    • Mojar la cama a edades avanzadas.
    • Retraimiento y problemas de relación social.
    • Hiperactividad.
    • Conductas repetitivas y obsesivas.

 

  • Problemas cognitivos y emocionales: Los problemas cognitivos hacen referencia, como su nombre indica, a problemas en las funciones cognitivas básicas. Entre ellas están la atención, la memoria, el lenguaje, el aprendizaje, la percepción, la comprensión, la resolución de problemas, etc. Si detectamos que el niño tiene problemas en alguna de estas áreas es importante que consultemos con un profesional en busca de posibles trastornos subyacentes. Los problemas emocionales por otro lado, tienen que ver con problemas en la gestión emocional, problemas en la expresión de las emociones y en la comprensión de las mismas.
    • Problemas de aprendizaje.
    • Problemas de atención.
    • Problemas de atención y lectura.
    • Lentitud en el desarrollo del lenguaje o del habla.
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